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Un lunes vibrando con La Bomba de Tiempo

Cada lunes hay una explosión de ritmo en uno de los barrios porteños más tradicionales. Fuimos a ver cómo es vibrar con ellos.

Por Bautista

Nos encontramos en el Palacio Barolo con mis amigos europeos y nos fuimos en busca del subte, atravesando la ciudad en una típica postal tanguera de calles mojadas y personas escondidas bajo sus paraguas. Bajando las escaleras veo el semblante asombrado de estos amigos nórdicos al encontrar el subte B atiborrado de gente volviendo a su casa.

la bomba de tiempo konex 054 054online argentina-6No llegamos a subir todos al mismo vagón y alcanzo a gritarles «parada Carlos Gardel, es la estación del Abasto«, pensando que solo quien conoce Sumo entiende el doble sentido de una frase tan vulgar y poética. Por suerte fui claro, y al descender encuentro a cada uno de ellos, que tras unos chistes sobre viajar como sardinas me siguen hacia la salida. Nuevamente al aire libre, nos acaricia la llovizna y al parecer el mercado del Abasto no pasa desapercibido ante sus ojos, así que sin desacelerar el paso les explico qué es lo que están viendo. Ellos no lo saben aún, pero están por protagonizar un evento que hace olvidar cualquier tipo de contratiempo. «centro cultural Konex» escucho pronunciar erradamente a uno de los chicos, mientras entramos cual invitados de honor sin filas ni espera. Aún falta para el show y tenemos tiempo para compartir impresiones, algún tentempié y cómo no, una cerveza.

«Parece Berlín» dice Charlie, mientras nos explica que la escena under europea tiene ciertos rasgos en común, y noto ahora que se sienten cómodos dentro de Ciudad Cultural Konex, este espacio recuperado y decorado por obras de arte trasgresoras, que es una especie de meca para aquellas personas que se guían por la diversión, en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires. Propongo arrimarnos al escenario, ya que inexorablemente se llenará el espacio destinado al público.

No se hacen esperar, es la hora y salen los miembros de La Bomba de Tiempo en sus trajes rojos, toman posición tras cada instrumento de percusión, cesan los aplausos de bienvenida y las luces están tenues. Un silencio efímero pero que se siente eterno. BOOM! golpea el primer Bombo. BOOM, otra vez! y ahora Davey, Hanna y Floris me miran entre asustados por la profundidad de las vibraciones y excitados por vivenciar algo nuevo. Otro silencio y ahora sí, ¡arranca la fiesta! Todos los personajes cumplen su rol en escena, las luces comienzan a brillar y el ritmo tiñe a todo el mundo de alegría. Miro alrededor y sólo veo figuras bailando, caras de asombro, y más gente bailando. El ritmo varía, por momentos estable y lento, por momentos constante y acelerado, y son estas tensiones las que buscan definir en un cierre espectacular para el primer tema. Otra vez aplausos, repetidos por aquellos que redescubren cada lunes este show y de estreno para los otros que por primera vez asisten.

Y continúan vibrando los tambores, los timbales, los derbakes y una decena más de instrumentos que desconozco pero que aportan su cuota de alegría para aunarse a un motivo mayor que es festejar. Me divierto. Estar en un lugar así desinhibe a cualquiera. Sin embargo estoy atento a mis nuevos amigos, a quienes quiero preguntarles si están disfrutando, pero no lo hago, sencillamente porque están tan profundamente inmersos en la música que esa inquietud mía rompería el transe que han hallado en el ambiente.

Entre luces cambiantes, humo, risas, cerveza y baile, mucho baile, se desenvuelve la escena que tanto atrapa a sus participantes.

Llegamos al fin de una inefable jornada de alegría que intentamos resumir como La Bomba de Tiempo, pero que es mucho más que una banda de percusionistas. El tiempo es relativo, largo en momentos de letargo emocional, efímero en ocasiones de júbilo, y cuando hablamos de rodearnos de tambores un lunes, claramente nuestros relojes se aceleran. Nos vemos los rostros antes de salir, y aunque no lo decimos el mensaje es tácito, estaremos aquí nuevamente un lunes de estos.

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