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El encanto infinito de Merlo

Recorrimos algunos de los hermosos rincones de esta localidad soñada, en estado de permanente fascinación. Y una perlita escondida del lado cordobés de las sierras, como cierre de la travesía.

Nota: Martin Gallardo / Fotos: Martín Gallardo y Darío Dress

Este lugar en el medio de las sierras, despertó en nosotros un sentimiento inenarrable. Su imponente paisaje deslumbra y deja bien en claro que la naturaleza es majestuosa en todos los aspectos que pudiéramos observar a simple vista y en cada detalle.

Tomar la iniciativa de hacer un recorrido de 750 metros en menos de 40 segundos enTirolesaes inexplicable, porque perdés toda razón y encontrás la libertad del alma. Y sos espectador en primera fila de las montañas mientras el aire te recorre completamente. Esta experiencia la vivimos en El Mirador del Sol. Sólo queda vivirla para poder sentir su intensidad.

Para contemplar la naturaleza en todo su esplendor almorzamos en La Reserva Natural del Rincón. Luego nos dedicamos a recorrer el Arroyo Molino buscando piedra a piedra para no mojarnos. También fue muy relajante mirar el paisaje desde El Balcón de los Sueños que, dicho sea de paso, el nombre le sienta muy bien.

Merlo no sólo se limita a lo anterior, nos desafiamos a nosotros mismos e hicimos una travesía multiaventura en donde la adrenalina se adueña de tu cuerpo. Primero en unos puentes colgantes con sogas en donde te encontrás con varias postas para atravesar. Todo un desafío porque en el trayecto cada paso cuesta y es determinante para seguir en el camino ya que de lo contrario podés caer, por supuesto que íbamos amarrados con todas las precauciones de seguridad. Luego un recorrido en cuatriciclo; bordeando las sierras, atravesando ríos y arroyos, surcando caminos de tierra y obstáculos propios de la naturaleza del paisaje que te rodea.

Al día siguiente hicimos trekking en Pasos Malos, y fue el guía Nata, quien nos orientó en cada tramo del trayecto y nos fue comentando la flora originaria del lugar; llegando a la cima del recorrido donde resplandece la belleza de las sierras y de la ciudad de Merlo.

No sólo conocés la aventura en primera persona haciendo trekking, también encontrás lugares como “Merlín”, donde probamos postres caseros que no se encuentran en ningún lugar y un pastel de banana y nuez que conquista de una y sin pedir permiso.

Para el almuerzo había otra sorpresa, fuimos a “No Tire Godoy!” donde se come un chivito asado y también al disco infernal! El nombre se remonta a una disputa entre familias de la zona, los Godoy y los Romero; y en una entrevista televisiva Don Godoy se ofuscó con el periodista y quiso resolver el pleito a disparo limpio y fue ahí cuando el periodista dijo: No tire Godoy! El incidente generó que el Gordo Gallardo componga un chamamé, muy popular en la zona.

Ese día estaba lejos de terminar ya que faltaba dos experiencias por vivir. La primera fue en la Reserva Natural Mogote Bayo, donde fuimos acompañados por Diana, la coordinadora del lugar. Una cosa es hacer trekking en caminos sinuosos y otra muy distinta es hacerlo cuesta arriba. Y aunque no lo crean llegamos a los 1300 metros. Y contemplar la vista es increíble. Eso sí, bajar lleva menos tiempo y en un abrir y cerrar de ojos terminamos el recorrido.

La segunda experiencia fue a la noche en el hostel junto a Collin, Matías, Luna, Pablo e Isaías. Hicimos pizzas y compartimos experiencias de vida y de viajes en compañía de González, Banana y Agosto, los tres perros guardianes del hostel. Una noche muy buena. Cuando quisimos darnos cuenta, ya estaba amaneciendo.

Mención aparte se lleva “Los Vallecitos” en la provincia de Córdoba, a unos 30 kilómetros de Merlo, recorridos en una travesía en camioneta que vale la pena hacer, porque cuando llegás te encontrás con un lugar y una vista más que terrenal, rodeado de un bosque de pinos, arroyos y lagunas que lo hacen místico y encantador. Nos contó Alberto, fundador del lugar, que llegó a la zona en los años 80, medio perdido y que quedó encantado con el entorno.

La cabaña donde nos alojamos era muy cómoda, pero el desafío era encender la estufa rusa con leña que debíamos buscar en las cercanías. Por suerte pudimos hacerlo rápido y hasta casi diría que nos volvimos expertos en la materia.

En los días que estuvimos ahí disfrutamos de la amabilidad y las comidas caseras de Matilde, que nos trajeron recuerdos de infancia. El pan y los fideos que prepara son difíciles de olvidar.

Nos maravillamos viendo la luna en pleno amanecer. Caminar desde la cabaña hasta cada una de los arroyos es una travesía que vale la pena hacer. En el recorrido te encontrás con trozos de cuarzo, parte indispensable del paisaje. Es más, armamos una competencia entre nosotros para ver quién encontraba el cuarzo más puro y transparente, fue una disputa pareja y hasta creo que terminó en empate.

La visita a las cascadas Belén y Agustina tranquilamente se puede hacer a pie, en el camino te cruzás con llamas y burros muy amigables que se dejan acariciar. A la cascada Lara se puede llegar a caballo, y hacia allá fuimos. Una travesía llena de una tremenda paz. La única preocupación es disfrutar del impresionante paisaje, ya que los caballos se saben todo el camino. Cuando llegamos nos asomamos a una piedra para vislumbrar la cascada desde lo lejos. Para llegar hasta abajo hay que ir caminando. Simplemente la mejor postal para terminar el viaje, un paraíso oculto en el medio de las Sierras Cordobesas.

Agradecimientos: Secretaría de Turismo de Villa de Merlo, Pablo y Mike. Alberto Gómez padre e hijo.

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Cuyo

El encanto infinito de Merlo

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