Por Darío Dress
Llegué exactamente 7 minutos tarde al punto de encuentro del Parrilla Tour y la cara de Majo, la guía, ya me lo anticipaba: argentino tenías que ser!, me dijo. Mi experiencia comenzó con muy buena onda.
De antemano sabía que me iba a encontrar con un grupo de extranjeros y lo que más curiosidad daba era entender cómo ellos se sentían argentinos por un rato o al menos ver cómo vivían el ponerse en contacto con una de nuestras más típicas costumbres.
Nos recibieron en el restaurante parrilla más antiguo de Las Cañitas el plato de bienvenida era nada más y nada menos que un choripán, acompañado de una pinta de cerveza. Por supuesto infaltable la salsa criolla y el chimichurri. Lo más cómico fue cuando los extranjeros querían pronunciar “chimichurri”, lo tenían que intentar unas 3 o 4 veces hasta que les salía.
Luego caminamos un par de cuadras y llegamos a la segunda parada en donde comimos una riquísima empanada salteña acompañada de un torrontés norteño. Con lo que me gustan las empanadas del norte… ¡para chuparse los dedos!
Tercera parada y la más esperada: el momento de sentarnos a almorzar asado… Me gusta muchísimo el asado así que mis ganas de llegar a ese punto eran muchísimas. Vimos como el parrillero asaba los primeros cortes mientras íbamos degustando con los ojos la provoleta que se venía para la entrada. Comimos bife de chorizo y vacío y unas verduras asadas perfectas para el acompañamiento. La carne en su punto exacto, para apreciar su sabor exquisito, algo que se confirmaba al ver los gestos de placer y disfrute de mis compañeros de mesa. Esta vez, vino tinto para disfrutar con la comida. Ideal para el asado.
Con la panza bien llena y la sonrisa de oreja a oreja, nos dirigimos a la última parada: la heladería. ¡Qué bien vino el helado para la digestión!
Desde ya que este no es tour para vegetarianos. Pero sí muy recomendable sin andás paseando por Buenos Aires y querés disfrutar de un buen asado argentino.