Por Rael
No me mientas, no me vengas con que nunca te “desviaste” en el camino de tu casa al colegio y faltaste a clase. O que no mentiste un dolor de panza, esperando que tu mamá se apiade de vos y no te mande a la escuela. Como mínimo tuviste ganas de hacerlo.
Siempre fue una tentación irresistible. Lo fue a comienzos del Siglo XX, para los alumnos del Colegio Nacional Buenos Aires que eran pupilos. Además de ser famoso por su nivel académico, el Colegio imponía una estricta disciplina y era imposible escaparse. Pero todo imposible tiene su grieta y los estudiantes encontraron accesos secretos a los carácterísticos túneles que recorren esa zona bajo tierra. Y por allí se escapaban, escabulléndose como las ratas que infestaban esos oscuros pasadizos.
Ahí nació el término ratearse o hacerse la rata, para referirse a esos días en que no tenés ninguna gana de ir a la escuela y te desviás en el camino.
Así se llama en gran parte de la Argentina, pero también hay otras maneras de denominar esta evasión: hacerse la sin-cola (Mendoza) o la chupina (Córdoba, San Juan) o la rabona (en casi todo el país) o la yuta (Salta, Jujuy) que es como lo mismo, ya que una cosa chupina, rabona o yuta es corta o un animal sin cola.
Pero ratearse no es un invento argentino. Sólo en los países de habla hispana, eso mismo tiene tantos nombres como alumnos ausentes prácticamente: hacerse campanas, la vaca, la cuaja, la chancha, la perra o la cimarra, la pinta, el sueco, tirarse la pera o comerse la guayaba, chacharse, pelarse, fumarse o petarse las clases, jubilarse, latar, pirar, capar o colgar clase, echarse los turnos o la pinta o la juyona, pintar venado, comer jobos o la guásima, volarse, rocharse, hacer salera o la ruta o pirola o novillos y mil quinientos etcéteras.
Y también tiene otros nombres en otros idiomas en cada rincón del mundo. Porque donde haya una escuela, habrá alguien que quiera ratearse.