Nota y fotos: Javier Lubenfeld y Darío Dress (más algunas fotos de Fernando)
Parte I: Javier.
Cada vez que surge viajar, pienso en el cambio de aire. En este caso el aire puro del sur de Argentina, más precisamente la Ruta Azul (RN3), que recorre parte de Chubut y toda la costa de Santa Cruz.
Ni bien llegamos a Comodoro Rivadavia, recorrimos su paseo costero. Al otro día, Villa Rada Tilly, en el centro del golfo San Jorge, un balneario con playas de arena, canto rodado, rocas y acantilados de más de 100 metros de altura que forman un paisaje inolvidable. Aprovechamos la marea baja para bordear la costa, trepar las piedras, subir hasta el acantilado y tomar unos mates con esa vista privilegiada.
Al día siguiente viajamos a Caleta Olivia, Santa Cruz, donde nos recibió el enorme Monumento al Obrero Petrolero.
Desde allí, dimos un largo paseo en camioneta, pasando por el Cerro Pan De Azúcar (cuenta la leyenda que ahí está la tumba de Patoruzú), Playa Alsina, Playa Bonita y Punta Peligro punto panorámico para apreciar la inmensidad de sus playas, especiales para deportes como kitesurf, windsurf y carrovelismo. Después fuimos a la lobería, al sur de Caleta Olivia, un apostadero de aves y lobos marinos, un espectáculo de ruidos de estos mamíferos!
Seguimos viaje hacia Fitz Roy y Jaramillo. Fernando nos contó sus historias y con él recorrimos las hermosas y antiguas estaciones de tren, el histórico vagón patagónico (en plena restauración) sus antiguas casas de chapa y la tranquilidad de estos hermosos pueblos.
De ahí al Parque Nacional Bosques Petrificados de Jaramillo, uno de los yacimientos de troncos fósiles más importantes del mundo. Un parque jurásico, con restos de Araucarias de más de 150 millones de años, petrificados por lava y cenizas volcánicas. Caminar por el sendero y ver troncos que tal vez tuvieron más de 100 metros de altura y pensar que este desierto era un bosque, es impactante. Todo esto con el cerro Madre e Hija de fondo, un volcán extinto, y otras elevaciones de millones de años, generan un paisaje fantástico.
Próxima parada, Puerto Deseado. Lo tiene todo para el turismo: hermosos paisajes, flora y fauna diversa, cañadones, acantilados, avistaje de todo tipo, la ría (cambia de color constantemente: azul, celeste, verde, turquesa) y sus islas. Un espectáculo natural.
En 4×4 salimos a recorrer el Cañadón Torcido, maravilloso lugar para navegar con marea alta, lástima que cuando fuimos estaba baja, pero el agua turquesa y las paredes rocosas hacen un paisaje de película. En la noche salimos a recorrer la ciudad en bici y terminamos jugando un ping pong acompañado de fernet.
Conocimos a Jorge que, entre historias de piratas y naufragios, nos llevó a los Miradores de Darwin, atravesando el desierto patagónico hasta el inmenso cañón rojizo. Desde su punto más alto teníamos una panorámica deslumbrante, que hasta el mismísimo Darwin disfrutó (de ahí su nombre). No podíamos quedarnos con las ganas de bajar. Hicimos un trekking por el lecho del cañón con los guanacos como testigos, que nos miraban sin siquiera pestañear.
Continuamos rumbo a la Reserva Natural Cabo Blanco. Nuevamente de cara al océano, con mucho viento, pero que ivitaba a respirar el aire fresco de la costa, con una vista hacia el infinito inspiradora, puro mar. Algunos lobos marinos andaban por ahí. Subimos al Faro para observar los islotes blancos (por el guano de las aves) que le dan su nombre.
A la vuelta visitamos la Gruta de Lourdes, importante santuario dentro de un cañadón, digno de visitar.
Al otro día pasó a buscarnos Daniel para llevarnos al Cañadón del Paraguayo, llamado así por el padre de quien aún vive allí: Luis Del Valle, «El Paraguayito». Lo visitamos y descubrimos un personaje que entre mates y risas nos contó muchas historias. Hay que conocerlo.
Hoy nos tocaba vivir la hermosa ría por dentro, subimos al gomón y ¡naturaleza pura al 100%! Pasamos por la barranca de los cormoranes (avistando petreles, osteros, gaviotín sudamericano), la Isla Larga, apostadero de lobos marinos, para finalizar en la Isla de los Pájaros y disfrutar unos mates con torta con nuestros nuevos amigos, los pingüinos de Magallanes. Caminar con ellos al lado es un espectáculo imperdible.
Para terminar este gran día, un asadito en un Chulengo con la Ría de fondo.
Parte II: Darío
Javi se volvió a Buenos Aires y seguí camino hacia Puerto San Julián. Llegué de madrugada y al despertar descubrí por la ventana que estaba a 100 metros del mar y con sol a pleno.
En el Puerto me encontré con Fernando. Con su embarcación visitamos la Isla Cormorán y la Isla Justicia o Isla Pingüino. Lo gracioso es que los pingüinos se encuentran en la Isla Cormorán y los cormoranes en la Isla Pingüino. Hermoso paseo para arrancar el día.
Al regreso me esperaba Marita, para introducirme de lleno en la historia de este maravilloso pueblo visitando el Museo Temático Nao Victoria, una réplica a escala real del barco del nombre, de la flota de Fernando de Magallanes, quien arribó a estas tierras en 1520, con el afán de encontrar la unión de los 2 océanos o paso austral (hoy conocido como Estrecho de Magallanes). El museo cuenta esa historia con una impecable reproducción de los instrumentos y la tripulación. También vimos el monumento que evoca la primera misa en territorio argentino.
Luego fuimos al Museo de los Pioneros Rosa Novak de Hoffman, donde se puede apreciar a los protagonistas de la historia de esta localidad (también exhibe colecciones itinerantes). Estuve escuchando un antiguo tocador de discos, una de las cosas que más llamó mi atención (ver video).
Después paseamos por el circuito costero: el Vía Lucis, Playa Grande, Playa La Mina, Lobería, Playa de los Caracoles y finalizamos en las ruinas del frigorífico Swift, cerrado en 1963. Desde allí se exportaba carne a Europa en los barcos que traían carbón desde Inglaterra, a comienzos del siglo 20.
Última parada: Río Gallegos. Mis compañeros de ruta fueron Lorena, Javier y el mate, infaltable. El destino era la Reserva Provincial Cabo Vírgenes, conocido como “el fin del continente”. Luego de unos 130km, casi todo ripio, llegamos a destino. Recorrimos los senderos de la pingüinera donde habitan ¡133 mil parejas! Terminamos en el Faro Cabo Vírgenes donde nos recibieron los muchachos de la Armada Argentina, gente que está haciendo patria. Alucinante estar ahí en el medio de la nada misma.
Este viaje realmente fue increíble, en cada lugar nos hicieron sentir como en casa. Nos quedaron rincones por conocer pero podemos decir tranquilamente que la Ruta Azul es una maravillosa Ruta de Argentina para recorrer y hacer turismo. Por esa razón vamos a volver.
Agradecemos a todos los prestadores de servicio que se hicieron cargo de nuestra estadía y especialmente a la Secretaría de Estado de Turismo de Santa Cruz, Municipalidad de Caleta Olivia (turismo), Comisión de Fomento Jaramillo y Fitz Roy, Dirección Municipal de Turismo de Puerto.