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Umita, la pena eterna

A la vera de los caminos del norte, una aparición misteriosa, un alma en pena. Y un secreto que no parece fácil de ser develado.

Por Rael

La H será muda, pero no es lo mismo Humita que Umita. Aunque se pronuncien exactamente igual.
Humita es esa pasta de maíz deliciosa que se devora con gusto en chala o en empanadas. Pero Umita, sin la H, es una cabeza de larga melena y ojos desorbitados, que por las noches anda por los caminos del Norte, vagando sin rumbo. Se conoce que como castigo a algo malo que hizo cuando tenía el cuerpo entero (y otro nombre, porque Umita es el diminutivo de Uma, que significa cabeza en quechua). Pero no se sabe qué pudo haber sido tan grave para merecer semejante martirio.

Quizás la vio si alguna vez anduvo por aquellos pagos. Y si no la vio escuchó sus lamentos. Al parecer a veces se acerca a los caminantes para desahogar su angustia y contarles su pena.

Están los que dicen que si uno se anima a escuchar lo que la cabeza tiene para contar, se entera de la razón por la que se le impuso el castigo de no tener un descanso ni en el purgatorio. Y que a cambio de oír su remordimiento, de prometer oraciones para que su alma sea indultada, la cabeza recompensa con protección contra los malos espíritus.

El premio a detenerse puede sonar tentador. Pero imagínese que son pocos los que no salen despavoridos ante semejante aparición. Y lo bien que hacen. Porque también se cuenta que la razón pora la que no se sabe su secreto es que quienes no huyeron, al escuchar su pena han quedado mudos. Como la H.

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