Por Javier Lubenfeld
Me despierto y lo primero que hago es levantar la persiana y ver cómo está el cielo, hoy me tocaba vivirlo de una manera muy particular, volando en Paratrike.
¿Qué es eso? Algo muuuuy bueno, un parapente, una estructura cual triciclo y un motor!
Fuimos con Martín para Cañuelas, un viaje de unos 60km desde la Capital Federal, lugar que en un par de horas íbamos a estar sobrevolando!
Salimos temprano, hicimos una parada en una gran parrilla por la ruta, bien rústica, para comer un buen asado. Más que bueno…. ¡¡¡estaba tremendo!!! ¡No dejamos ni las migas del pan!
Ya con la panza llena volvemos a la ruta para, en minutos más, llegar al Km 61 de la Autopista Ezeiza-Cañuelas, lugar donde nos encontramos con Marcelo Toledo, quien lleva 20 años volando por los aires (más de la mitad de su vida), con más de 6.000 horas de vuelo. En vez de caminar ¡el tipo vuela!
Hoy en día sigue con su propio proyecto nada menos que la escuela de pilotos “La Búsqueda”, con más de 100 pilotos egresados. ¿Le gustará volar a este muchacho?
Nos cuenta sobre su vida, su hobbie y anécdotas, como, por ejemplo, que le cumplió el sueño de volar a una señorita de unos… ¡¡¡91 años!!!
Sí, esta actividad es un 99,99% segura. Te preguntás ¿qué pasa si se apaga el motor? Nada, planeás con el parapente, volás. Y por las dudas tiene paracaídas de emergencia.
Primer contacto físico con el Paratrike, lo toco, lo miro, le doy vueltas alrededor para admirarlo antes de volarlo, como un niño con juguete nuevo! A todo esto Mauro, el hijo de Marcelo, quien vuela en paramotor desde los 7 años, va elevando el parapente en el aire para ir dándole adrenalina a esta aventura en medio de un descampado al costado de la ruta. Un día y un lugar ideal.
No veía el momento de estar en el aire, minutos más tarde, me pongo el casco, activamos intercomunicador, ajustamos cinturones, cámara en mano y… START YOUR ENGINES!!!
Unos cuantos metros para acelerar, el parapente se posa encima nuestro, y en segundos ya estamos volando!!! Una sensación muy placentera, casi hasta de relajamiento, sentado y volando, algo distinto a todo. Motos, autos, camiones, eran testigos clave de esta aventura. Pasamos por encima, por al lado, yendo por momentos a la misma velocidad, saludándonos mutuamente, a metros nada más! Iba sentado como en el sillón de casa pero, en vez de ver la tele, disfrutando del paisaje desde el aire a unos cuantos metros de altura, viendo el techo de la parrilla que disfrute un rato antes, cruzando la ruta, maniobrando para donde sea, sin rumbo, sin tráfico y sin semáforos.
En un momento Marcelo me dice por el intercomunicador ”vamos en búsqueda de las aves”. Y hacia allí fuimos, volando a la par de ellas, como parte de la familia. El sol que salia entre algunas nubes, las aves agitando sus alas, una postal perfecta.
Momento de aterrizar, Marcelo la tiene tan clara, que las ruedas tocan el suelo y ni lo sentimos, en segundos ya estamos frenados y yo agradeciéndole por esa experiencia fantástica.
Podría quedarme todo el día en el aire, solo quería bajar para contarle a Martín lo bueno que estaba eso, ya que lo tocaba experimentarlo a él.
Para terminar el día relajados, una merienda de mates, galletitas y charlas con Marcelo y su hijo.
Una experiencia muy divertida y atípica, para pasar un día diferente.